viernes, 22 de julio de 2011

"LOGOS 77": ¿REALMENTE HA EVOLUCIONADO?


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Dígale a un aprendiz de ateo que la evolución es un hecho y no exigirá ninguna evidencia para creerlo



Así de fácil es entrenar a un aprendiz de ateo. A partir de ahí se creerá cualquier cosa que le enseñen en clase de ciencia sobre la evolución.

Recuerde:
Dígale a un aprendiz de ateo que la evolución es un hecho
y no exigirá ninguna evidencia para creerlo.

Una vez leído esto ¿qué hacemos? ¿aplaudimos?, ¿lanzamos cohetes al aire en celebración por la “agudeza” de semejante afirmación?

¿Qué demuestra lo que esto escribe y publica con el ánimo de adoctrinar?: que tiene precisamente eso, un “77” de coeficiente intelectual, por mucho que el término griego “logos” (conocimiento) vaya delante de esa cifra.

Ahora vamos a darle la vuelta a la frase y digamos: “Dígale a un aprendiz de creyente que la teoría creacionista es un hecho y no exigirá ninguna evidencia para creerlo”. “Así de fácil es entrenar a un  aprendiz de creyente. A partir de aquí se creerá cualquier cosa que le enseñen en la clase de catequesis sobre el creacionismo”.

Si yo dijera esto y lo presentara como un axioma, una tautología de verdad, quedaría como un perfecto imbécil y un auténtico cretino. Porque creer en un ser superior no supone necesariamente que, por ello, se tenga que adoptar tal o cual teoría (la que sea) como condición previa a esa creencia. Sólo un pensamiento y una actitud sectaria y exclusivista determina el sostenimiento de tal falacia. La actitud, en suma, de quiénes crearon un dios a “su” imagen y semejanza, que manejan a voluntad como si fuera un mono de feria.

Sinceramente, a mí me dan asco las personas que utilizan la idea de la divinidad como si se tratara de su gorila de discoteca particular, del matón personal dispuesto a fulminar a quienes no piensen como ellas  y satisfacer así las frustraciones y las ansias de venganza que las mismas les originan. Acuden constantemente a citas bíblicas en apoyo de sus extravagantes elucubraciones y sandeces como si de un acta notarial se tratase, donde supuestamente se expresa fidedignamente la interpretación exacta de la intencionalidad de ese dios amaestrado a capricho de su particular intérprete. Llega a causar vergüenza ajena las afirmaciones de que si no crees y te comportas, como estas personas entienden que tienes que comportarte, porque así lo dice la voluntad de su dios, recibirás castigos varios y al final te irás al infierno de cabeza, aunque seas tan creyentes como ellas. No vale creer de otra manera, tienes que creer como ellas creen. Y esto sirve para las más de 35.000 confesiones cristianas que en el mundo son. Todas y cada una de ellas se autoproclaman herederas directas del legado de Jesucristo, depositarias de la Verdad y las únicas en manejar el auténtico mensaje que lleva al adepto a la salvación. Y esto sin contar al resto de religiones no cristianas.

Una vez que muramos y si fuese cierto que compareceremos ante el tribunal divino ¿qué es lo primero que nos van a preguntar: que a qué religión pertenecimos? Dentro del bombo donde estén reunidas todas las religiones existentes ¿cuál será la que señalará Dios como la auténtica, la verdadera, la fetén?

¿Nos juzgará por la cantidad de frases bíblicas que aprendimos y por la eficacia con que supimos emplearlas como prueba irrefutable de su voluntad? ¿Seguro que la actitud surrealista de narcisismo divino sobre si creímos firmemente en él y la necesidad adulatoria de que le alabemos constantemente será una condición “sine qua non” para poder gozar eternamente de su presencia?

Si existiese, como digo, ese juicio final, ¿es necesario que el tribunal juzgador sea ajeno, o mejor dicho, externo a la personalidad del juzgado, como si se pretendiera así un mayor grado de imparcialidad? ¿Necesita ese dios juzgarnos? ¿Realmente necesitaríamos un juez externo, por divino que fuese, para que proclamara y sentenciara nuestras faltas?

Yo creo que no. Y lo digo porque si realmente ese episodio de comparecencia final se diese, no existe mejor juez para juzgarnos que nosotros mismos. Y si reflexionamos un poco sobre esta idea, de encontrarnos frente a frente con la propia conciencia, desnudos ya de cualquier disimulo, de poco iba a importar ni la religión practicada, ni las creencias a machamartillo en tales o cuales aspectos sobre preceptos, cánones y dogmas, ni los autoengaños así mismos, ni los dirigidos a terceros que, de forma constante, nuestra condición es capaz de argüir y llevar a la práctica como acciones correctas y santas que, en su mayor parte, sólo sirvieron para justificar ante la galería las naturales inclinaciones humanas. Creo que será la esencia de nosotros mismo lo que servirá, no lo accesorio. Esencia fundamental de nuestra propia condición como humanos que, tanto si creemos como si no creemos en seres sobrenaturales, estamos negando constantemente aquí y ahora para revestirlas de palabras y conceptos de religiosa grandilocuencia, bizarros y coloristas ritos de presuntas alabanzas que calmen las iras del eterno cabreado, y toda esa parafernalia de apariciones celestiales, mensajes repetidos por siglos de castigos venideros y otras tantas miles de variantes folkloristas según la ideología religiosa que las maneje.

No sé si habrá un juicio personal al final de nuestras vidas. Pero sí intuyo que si fuese así no haría falta que nos juzgue ningún dios. No existe juez más imparcial e implacable que nosotros mismos. Por mucho que ahora tratemos de engañar y engañarnos por nuestra apariencia externa dentro de la coraza de disimulos que secularmente hemos ido creando.

Creo que el gran “pecado” que constantemente cometemos cuando emprendemos el "camino de santidad" en cualquier religión es el de olvidarnos de que somos humanos. Y lo somos en todos los aspectos. Es por eso que no me lo reprocho.

1 comentario:

Selfish dijo...

¿Les entrará en la cabeza a los creyentes que un Dios celoso (Éxodo 20:5) y castigador, que manda al infierno a los que no le adoran, NO puede ser infinitamente bueno?
¿Quién tiene la culpa de que haya ateos y miles de religiones distintas?
¿Quién sabe lo que va a pasar y no hace nada por evitarlo?
Respuesta sencilla: Dios no existe.
Además, la Biblia es muy desagradable con sus genocidios, su machismo, su homofobia...

Saludos!