sábado, 4 de junio de 2011

Refugium Peccatorum



CONVIÉRTETE, QUE ALGO QUEDA…

Dice el diccionario que el término “conversión” es el cambio de una cosa por otra. Y, también, el cambio de ideas, opiniones y creencias.

Dentro del imaginario religioso no hay término más socorrido entre sus practicantes, cuando se trata de justificar actitudes y comportamientos, que esta palabra tan fascinante. Se convierte en un concepto mágico por el que, quien lo usa, aunque haya llevado una vida llena de licenciosas prácticas, realiza una hipérbole ideológica capaz de situarlo psíquicamente en las antípodas de donde se encontraba antes.

El converso suele creer que ha llegado a este estado anímico de rechazo de sus culpas y pecados para abrazar una nueva vida de conducta pureza gracias a la intervención divina que, apiadándose de él, le ha insuflado el conocimiento espiritual necesario para, percatándose de lo que realmente es grato a su dios, rechazar lo que éste considera moralmente réprobo y entregarse ya sin paliativos a una vida de santificación llena de actos auto-represivos y de negación de un buen número de cualidades humanas, centrado, principalmente, en la contención y rechazo de sus naturales inclinaciones sexuales.

El llamado “santo temor de dios”, que no es otra cosa que el miedo que crea la incertidumbre de no saber ser responsable de las propias decisiones en el devenir de los acontecimientos humanos, es el “leif motiv” que impulsa al converso a adoptar la drástica determinación de dar un vuelco completo a su vida. El miedo de estar ofendiendo al dios de su credo, que antaño dictara a otras personas como él cuáles deberían ser las normas de comportamiento bajo pena de condenar su alma, es lo que mueve al arrepentido converso a apretársele el esfínter de su percepción espiritual y prometer solemnemente encaminarse por la senda que los doctos jerarcas de su iglesia le indiquen.

Antes, se aplicaba este concepto sólo a los que cambiaban una religión por otra por la supuesta y subjetiva percepción de que la fe que practicaba no era la verdadera. Hoy, se ha hecho extensivo a quienes habiendo nacido dentro de una confesión religiosa concreta, sabiéndose su alma acongojada por la falta de celo en su práctica, decide convertirse, o habría que decir mejor, “reconvertirse” a la observancia más ortodoxamente estricta de la misma.

La conversión de quiénes cambian de religión obedece principalmente a un proceso de intelectualización por modificar o cambiar aspectos de sus creencias que vayan más acordes con sus gustos. Sin embargo, el “reconvertido”, que mejor llamaremos “arrepentido”, porque técnicamente no lo es, dentro de la religión que ya profesaba, lo hace, como ya apunté más arriba, por miedo al dios que le inculcaron y del que no supo desembarazarse, que supuestamente le exige unas normas de conducta y comportamientos de vida concretos so pretexto de no gozar tras la muerte de la gloria eterna y, por el contrario, arder en el infierno.

La iglesia católica tiene establecida una serie de fórmulas y mecanismos que representan un auténtico chollo psíquico para sus practicantes. Es una de las organizaciones que más y mejor justifica la posibilidad de usar eficazmente esos recursos tantas veces cuanto se quiera y sea necesario. No importa pasarse toda la vida en un constante “bucle” de pecado-arrepentimiento-pecado, en un continuo tira y afloja terapéutico de aplicación hasta la saciedad de las fórmulas creadas para ese fin.

Los llamados así mismos “conversos” son unos grandes maniqueos, obsesionados hasta lo enfermizo por el dualismo escolástico impreso en los genes de la institución católica desde los tiempos del gran converso por excelencia: el apóstol Pablo. Pasando por los llamados “padres de la iglesia”, donde destaca quien a pesar de su conversión jamás dejo de ser maniqueo: el obispo de Hipona, Agustín.

Ese departamento de psicología aplicada creado por la iglesia con el nombre de sacramento de la penitencia, que pretende estar basado en las palabras de Jesucristo en el Evangelio cuando dice: “a quienes perdonéis los pecado les serán personados, y a quiénes se los retuviéreis les serán retenidos”, es la gran válvula de escape por la que se filtran todas las supuestas miserias mentales de los fieles. Desde el “acto de contrición” hasta la fórmula mágica del “ego te absolvo” existe un autolavado moral por el que, como el coche que entra sucio en el tren de lavado, sale por el otro extremo limpio de nuevo. Y a ensuciarse otra vez hasta el próximo lavado.

El prelavado se origina ya en la oración preparatoria o acto de contrición, que si la memoria no me falla, y alguno de los amigos meapilas que a buen seguro estará leyendo estas líneas no me corrige, dice así: “Señor mío Jesucristo, dios y hombre verdadero, creador padre, redentor mío, por ser vos quien sois, bondad infinita y porque os amos sobre todas las cosas me pesa de todo corazón haberos ofendido, también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno, ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta para el perdón de mis pecados. Amén”. Y por si fuera poco, al menos en la España nacional-católica que viví, también nos obligaban a rezar el “acto penitencial”, que venía a decir así: “Yo confieso ante dios todopoderoso y ante vosotros hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa. Por eso ruego a santa maría, siempre virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros hermanos, para que roguéis por mi ante dios nuestro señor. Amen.”  

Después viene el enjabonado y frotar con el cepillo para sacar la mugre del pecado adherido que representa la confesión. El cura-cepillo, te va arrancando las cuarentamilchorradas llamados pecados leves o veniales, y con los graves o mortales, mete las cerdas del cepillo limpiador por todos los recovecos de tu alma para que no quede ni un ápice de mugre pecaminosa pegada en el arrepentido y ya queda listo para el enjuague, secado y abrillantado que se aplica con la cera especial del “ego te absolvo a pecattis tuis in nomine patris, et filii, et spiritus sancti” y… ¡¡¡voilà!!! sales limpio como una patena. Y te echan de nuevo a la calle para que vuelvas a ensuciarte a conciencia, a sabiendas que, tranquilo, el túnel de lavado-confesionario estará siempre ahí para que reluzcas más que el sol. Después, no hay nada como una buena sesión de teofagia para quedar a partir un piñón con el antes ofendido dios.


Por cierto, si dios es inmutable, y eso no lo digo yo, lo dice la teología católica, ¿cómo se le ofende?

13 comentarios:

Efectos Especiales dijo...

Y sino siempre queda el Año Santo y un peregrinación, una misa y hop patenao...

La viñeta no la tires eh! jajajaj

Johnny dijo...

Isaak, menuda trifulca tienes en mi blog en lo de los testigos de... mirando y mirando lo encontré, pero lo seguiré atentamente jeje un saludo a todos y... volveré!!!!

Anónimo dijo...

Ignacio, estas fatal de verdad, perdona pero este atacar sin sentido tuyo ya cansa no? Tienes sindrome post-guerra civil eterno.

Alfonso dijo...

Me cambiaron el nombre, ahora me llamo Ignacio.

¿Atacar sin sentido? Lo de sin sentido será para ti, Anónimo. Y más si eres del rebaño. Los que son del rebaño no necesitan sentido crítico alguno, simplemente obedecen lo que le dicen sus pastores y a los borregos que se descarrían los suelen tratar a palos para que sigan en la senda y no se muevan del redil.

En fin, si tanto te cansa, la solución es fácil. Pero no, te seguiremos viendo por aquí aunque no intervengas. El morbillo masoca lo lleváis en la sangre.

dadaista dijo...

Estimado Alfonso...

¡Ese sacedote de la tira cómica es un impostor! Es un show-man disfrazado de sacerdote.

sds!

NEKA dijo...

Alfonso te cambian el nombre y todo, pero los anónimos no cambian.
Las oraciones las has escrito a la perfección no hacen falta correciones joer ahora lo piensas y recitar a piés juntillas esas tonterías esas culpas y grandisimas culpas y ese miedo y que te pasen el javón confesero es una autentica patochada. Es fácil decir ven dime que haces que te perondono, cuando quien muchas veces perdona por ser cura tiene mas pecados en el horno.
Ayer estuve de comunión y solo escuchar las chorradas que el cura soso y feo les decía a los niños y la cara acojonaos que pusieron algunos cuando les hacían gritar en alto NO QUEREMOS EL DEMONIOOOOO y otra sarta de estupideces variadas , dan ganas de ponerte al medio y decirle que pare que se van a mear. Siguen usando los mismos metodos hipocritas de siempre. Los hacen ir a confesar el día de antes y les dicen portaros bien que no podeís comulgar joer ¿que le pueden contar unos niños inocentes? Toda la puñetera vida tocando las pelotas, estos son mas listos y lo verán antes, sobre todo porque la mayoría de los padres no volverán a entrar en una iglesia y ese comercio de la comunión no lo quieren ver porque sacan tajada, dinero en sobre la comsión del fotografo parroquial y algún que otro adepto para el futuro.
Siendo Dios inmutable ¿ofenderle? creo que mas bien quien el ofende u ofenden son los propios miembros de su iglesia ordenados.
Por cierto la viñeta es bestia de cojones jajajja.

Alfonso dijo...

Apreciada Dadaista:

El mundo está lleno de showman y de impostores. Los hay en todos los estamentos sociales. Hay quienes presumen de una cosa y no lo son (los impostores), y hay quienes llevan sus vidas a la interpretación excelsa de un rol que elaboran a su medida (los showman).

Nos pasamos el día interpretando papeles. Somos seres simbolizantes por naturaleza y nos esforzamos constantemente en subyugar al prójimo más cercano, sirva la redundancia, con toda clase de subterfugios y añagazas. Somos así, no lo podemos evitar. Interpretamos un papel y tenemos además la funesta manía de intentar obligar a otros a que actúen en el mismo escenario. Y eso pasa porque creemos que es el único, que ya no existen otros escenarios y otras maneras de interpretar.

Un saludo.

Alfonso dijo...

Anita, me has hecho recordar los malos ratos que nos hacían pasar de críos con eso de mantenerse puros y limpios de pecado desde la confesión hasta el momento de la comunión. Tanto si era la primera, como de todas las comuniones que, por obligación, vinieron después.

Efectivamente, ¿cómo era posible que a un niño o niña de 7, 8 ó 9 años, que iba a hacer por primera vez la comunión se les podía traumatizar de la manera que lo hacían aquellos señores con años de carrera eclesiástica a sus espaldas? ¿Qué horrendos pecados y faltas contra dios y la iglesia podrían tener unos inocentes críos de esas edades? Era absurdo, aberrante y anti-pedagógico.

Aun me acuerdo de la sensación de preocupación y miedo que se apoderaba de uno cuando, siendo la primera vez que me confesó el berraco que teníamos por párroco en el pueblo, me pegaba tirones de las patillas "horrorizado" por los "tremendos" pecado que le contaba. La angustia que se apoderó de mí cuando me dijo que si cometía algún pecado mortal antes de comulgar, y moría aquella noche, me iría derechito al infierno, fue tremenda. Ibas por la calle, o te movías por casa, como asustado, no vaya a ser que sin querer hicieras un pecado mortal, que además no sabías como leches se calibraban y llegar a la comunión con el alma manchada y sucia, impura para recibir a Jesús sacramentado. Ya te digo, un auténtico sufrimiento.

Hasta que te das cuenta, por haber madurado, de que ya está bien de tantas pamplinas y monsergas quitasueños, propaladas por una pandilla de reprimidos obsesos que se aprovechaban de la presunta autoridad que les venía de su dios para mantener sujetas y condicionadas las conciencias de los demás. Cuanto daño han hecho a generaciones enteras.

dadaista dijo...

Estimado Alfonso...

Tienes toda mi razón en cuanto a la existencia de los showmans e impostores, pues yo soy uno de ellos: no soy ni mujer, ni negra ni sacerdote, como el impostor de la tira...

Decimos los dadaistas que nunca te fies de uno de nosotros y esto es tan cierto como que la conversión -como la VIDA- es cambio...y todo ello es compatible con un coche bien limpio que se ha de ensuciar antes de ese accidente que lo lleva al deguace(1).

Con respecto a tu duda -¿conoces a dadá?- solo te puedo decir que pienso que el Buen Dios es Dadá...y Dadá es contradicción. Dadá es duda...

Felicidades por el post, sí...y sds!

(1) Es por ello que el infierno católico está lleno de eso -y yo soy uno de ellos- católicos

Alfonso dijo...

Dadaista:

Cuando creí que eras mujer fue por la lectura de la entrada que sobre los pepinos hay en tu blog. Cuando dices aquello de "Se coge el pepino y tanto si se ha jugado con él como es mi caso o como si no, se limpia con agua potable y se pela, etc." Ves, me equivoqué, sólo consideré que eran las mujeres las únicas que jugaban con los pepinos. Craso error el mío. Le negué al pepino su cualidad de juguete globalizador.

La conversión es cambio, que duda cabe y todos los estados anímicos posibles son igualmente legítimos. No existe el estado emocional perfecto porque no existe el valor absoluto perfecto en la afirmación, o la negación, que los define, y mucho menos que los avale.

No fiarse de uno mismo es no fiarse también de los demás, en cuanto que proyectamos nuestras propias cualidades en nuestro prójimo (tanto las consideradas negativas como las consideradas positivas).

Para llamarte católico tienes un concepto heterodoxo del dios elaborado por esa confesión. Y eso crea una contradicción insalvable en sí misma. La contradicción y la duda no cabe en la disección que la iglesia católica ha hecho de la divinidad durante siglos. El dios católico actual es un producto perfectamente elaborado, sobre todo, desde la patrística hasta nuestros días, pasando por el quirófano teológico de la escolástica donde fue medido, pesado, abierto en canal, separado en diferentes piezas perfectamente identificadas e interpreadas, que fueron introducidas en sacrosantos frascos de formol para que se conservaran inalterables, rotuladas y etiquetadas inequívocamente para que la posteridad de creyentes no tuvieran jamas confusión alguna, ninguna duda, ninguna contradicción. Por lo tanto, el dadaismo no sujeto a normas establecidas, imaginativo por definición y polisémico en sus enunciados, como filosofía de aplicación, sería la antítesis del canon católico, del dogma unívoco de la verdad revelada, depositada y establecida en un sólo organismo que la hace válida. Todo lo demás, queda excluido.

Pero, bueno, dadaista, como se suele decir, para gustos los colores. Y, sí, estoy de acuerdo que la libre mezcla de la policromía del arco iris es más dúctil y plástica que el previsible alambicamiento cargado y estéril del barroquismo vacío.

Gracias por tu felicitación. Nos veremos en el infierno. Seguro que no es tan calurosamente monótono como lo pintan.

Saludos.

dadaista dijo...

Estimado Alfonso...

Mi juego con el pepino se basó en escanearlo junto a un sello nazi y un tiket de supermercado.

Oh! sí...es cierto que no me fío de nadie pues no me fío de mí mismo, pero hay, tras el inconveniente -si existe- una ventaja: no hay nada que reprochar y esto le acerca a uno a ese -para mí- estado emocional perfecto que existe y que aún cuando sea un IDEAL...es Dadá.

Todo lo anterior es tan cierto como que somos contradicción.

Me caes bien.

Alfonso dijo...

Dadaista, si realmente lo eres, no hacía falta que entraras en la formalidad de explicar en qué consistió el "juego" con el pepino. De hecho, hice el comentario a sabiendas de que no ibas a responder con el relativismo que de las formalidades tienen los que practican el dadaismo, y te viste "obligado a aclararlo".

Pero, aclárame una cosa: ¿Eres dadaista y católico a la vez?

Si es así me gustaría saber en qué te basas para compaginar ambas ideas, en principio, tan contradictorias.

Saludos.

dadaista dijo...

Estimado Alfonso...

El «Conócete a ti mismo» ya contiene maldad pero no te diré nada, más observo que muchos son los que a estas alturas creen saber lo que es el buen Dios y Da-Dá, pues ambos polimorfos figuran hasta en las enciclopedias, esas mentirosas.

Católico es universal..y universal es Dadá, como universal es ese Cristo multi-biografiado que un buen día dijera: 'Yo soy la luz del mundo'. Y esto tiene mucho que ver con Da-Dá pues Dadá, como la luz del mundo para sí misma, no son nada...Pero poco puedo aclarar más de lo que dicen mis manifiestos y mis obras, cercanas a despojar todo lo inutil y pesado de la Iglesia, pues soy cristiano católico, apostólico y romano, aún cuando no sea romano y solo hable de mí mismo porque no quiero convencer a nadie...

No me queda tiempo ya...